Vivo sabiendo que las cosas me poseen,
abuso del abuso,
pero aún sospecho que las dejo
cuando me conviene.
Cuando dejo el cuerpo.
El hombre parido de la mujer
le mama hasta la muerte.
He concebido que la desición final
trasciende a sólo un hecho:
el más atrevido,
el menos pensado,
el más instintivo,
el menos planeado.
Hay que desconocer la significancia,
osea, ni siquiera me leas,
no me des importancia.
La gente me cultiva,
la vida me amenaza,
las hojas en blanco me abrazan;
la pintura es mi semilla,
la tela mi tierra,
la cultura mi comida
que termina en el retrete.
Me quedo con lo que prefiero,
no leo,
escribo y no repito,
redundo en animalismo
misericordioso amoroso y timido;
clandestino crudo y poco popular,
perna y contenta,
buscando la cima de la montaña,
que puede ser el marco de mi ventana.
Con esa actitud más desquiciada,
autista, dejenerada, despreocupada,
para que al fin
te tomen como un caso especial
y todo sea no tan grave.
Paolispy.
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